Los modelos comunicacionales clásicos, vigentes hasta ahora, nacieron desde la perspectiva ingenieril-informacional de grandes matemáticos, que posteriormente fueron complementados con influencias de sociólogos, antropólogos y linguistas.
Tenemos que recordar nombres como Claude Shannon, padre de la teoría de la información; Norbert Wiener, pionero en el campo de la cibernética, que ya en el siglo pasado hablaba sobre la comunicación en sistemas complejos y Herbert Simon, que entregó pistas claves para comprender y aplicar la información y las comunicaciones en las prácticas cotidianas.
Desde las décadas de los años 60, 70, 80 y 90, el mundo cambió, que duda cabe.
Lo que nos cuesta aceptar y reconocer es que los modelos y las prácticas en el campo de la información y las comunicaciones -de todo tipo y en todos los ámbitos- tienen que reflejar las evidentes transformaciones que ha generado la nueva revolución "smart".
Es la revolución de la inteligencia potenciada, que es la suma de la inteligencia humana, con la nueva inteligencia artificial.
Ya no nos sirve seguir hablando de revoluciones industriales (de máquinas y procesos lineales) cuando estamos experimentando desde noviembre de 2022 el fenómeno tecnológico-cultural más disruptivo en la historia de la humanidad. Ya todos sabemos de qué se trata, porque tenemos el ChatGPT y todos sus derivados, invadiendo nuestra vida diaria con velocidad exponencial.
Y ya estamos recibiendo, con ansiedad e incertidumbre, las primeras versiones de los agentes IA (copilotos, en el lenguaje de algunos), que son expertos disponibles 24x7 para ayudarnos a resolver dudas, problemas, proyectos y cualquier desafío que nos supere considerando nuestras notables limitaciones y deficiencias "sapiens".
Tenemos que pensar en las jugueras domésticas que trituran un producto hasta licuarlo y dejarlo "bebestible".
Hoy el desafío mental es "triturar" modelos, conceptos, metodologías y procesos que funcionaron adecuadamente durante las últimas seis décadas. Hoy no esperemos que sigan funcionando como antes. Necesitamos nuevos modelos mentales, líquidos y cada vez más gaseosos.
En concreto, en un campo profesional tan importante como el diseño y ejecución de estrategias comunicacionales, en organizaciones de todo tipo y tamaño, es fundamental un cambio de perspectiva, basado en nuevos principios y nuevas premisas.
Para empezar, algunos ajustes semánticos.
Más que crear, pensemos en co-crear (inspiración creativa en modo colaborativo).
Más que organizaciones con jerarquías rígidas y piramidales, pensemos en redarquías (redes de colaboración, ágiles, flexibles y adaptativas, en ese orden).
Tal como discutimos esta semana en un taller de comunicaciones con alumnos de ingeniería de la Universidad Santa María, las organizaciones no son edificios, ni estructuras administrativas.
Las organizaciones son conversaciones. Dinámicas de interacciones en una modalidad de espirales que se retroalimentan en forma transversal, constante y plenas de emocionalidad, que hasta ahora nos parecían ajenas a la gestión eficiente.
Ya recordamos a los pioneros en modelos de información de hace 60 años.
Hoy creo que tenemos que escuchar y leer a pensadores como Yuval Noah Harari, que en su último libro "Nexus", declara un principio fundamental: la humanidad del siglo XXI enfrenta un desafío que se resume en la conciencia y capacidad necesarias para manejar adecuadamente los flujos crecientes de información que nos invaden en redes omnipresentes.
Lo anterior, considerando que hasta ahora éramos los amos del planeta, con nuestras creencias, decisiones y acciones.
Muchos creían que veríamos algún día la llegada de extraterrestres con fisonomía rara y ojos verdes.
No sigamos haciendo más (a veces mejor) de lo mismo.
La verdad es que llegaron invitados, con nombres de robots y apellidos IA (creados a imagen y semejanza de nosotros mismos), que cada día nos están obligando a trans-formarnos para no perder el sentido y propósito humano.
Es un tema de sobrevivencia "Sapiens".