sábado, 8 de marzo de 2014

Política, comunicaciones y educación. Vientos de cambios provocados por las nuevas tecnologías digitales interactivas.


Las siguientes disquisiciones y afirmaciones surgen a partir de las conversaciones sobre Política y Comunicaciones con el profesor Antonio Leal en su clase Fundamentos de la Comunicación Online, del Magíster en Comunicación Estratégica de la Universidad San Sebastián.

Lo dijo Marshall McLuhan hace casi medio siglo. Entramos al futuro mirando el pasado. O dicho de otro modo, nos aferramos a lo conocido para no arriesgarnos frente a la incertidumbre y los desafíos del cambio y de la transformación permanente. O, aún más claro, lo conocido nos acomoda; lo desconocido, nos desconcierta.

¿Cómo hacemos, entonces, para responder a las expectativas del mercado, a las demandas de los ciudadanos, a las presiones de los consumidores y, last but no least, a las inquietudes personales y profesionales?

Partamos por reconocer un punto de inflexión que nos ubica en las coordenadas de la actual revolución cultural y tecnológica del siglo XXI.

Asumamos, primero, algunos hechos sociales como referentes de validación empírica.

Vivimos en una sociedad más globalizada, más conectada y más transparente.
Vivimos en un entorno donde el recurso tangible y natural, como el agua, se hace escaso y caro, y un recurso intangible y  artificial, como los datos, se torna abundante y barato.
Vivimos en territorio híbridos que tienen límites geográficos pero que  no tienen fronteras de relaciones ni de interacciones.

Así llegamos a reconocernos como habitantes globales en una nuevo hábitat, descrito hace casi un siglo, pero que toma forma vivencial recién en la última década: la "Noósfera". Este concepto, que acuñara el físico matemático ruso Vladímir Vernadski, adquiere hoy un sentido mucho más completo y significativo que la denominación "ciberespacio", tan difundida en las dos primeras olas de la revolución digital, a partir de la década del 80 (computación personal) y de la década del 90, con la world wide web (www).

Si efectivamente estamos presenciando la conformación de una noósfera, con transformaciones locales y globales, que superan los impactos lineales y masivos que conocíamos y estudiábamos hasta ahora, tenemos que aprender a enfrentar dinámicas interactivas con efectos transversales e instantáneos.
Esta nueva sociedad líquida, hiper-conectada y potenciada por la expansión y aceleración del conocimiento, se manifiesta a través de presiones y cambios en las relaciones de organización política, en los modos y prácticas de información y de comunicación. Nos cambia el paradigma del siglo XX.

En educación, ya no bastan las propuestas ni herramientas 2.0 del llamado e-learning. Cada vez surgen más plataformas tecnológicas y modelos pedagógicos que permiten optimizar las metodologías del micro-aprendizaje (m-learning). El boom de la movilidad con los smartphones y tablets, asociado a la creciente disponibilidad de acceso permanente a la web, son factores de refuerzo positivo para esta tendencia.

En comunicaciones, ya no satisfacen las propuestas ni los servicios estructurados de los tradicionales medios masivos. La rigidez de la prensa escrita y la uni-direccionalidad de los medios audiovisuales provocan el abandono de audiencias que, lideradas por las nuevas generaciones, aspiran a nuevas ofertas de contenidos en formatos más flexibles, dinámicos y personalizados.

En política, ya no funcionan los códigos, ni las prácticas, ni los discursos de la sociedad de masas, caracterizados por la influencia de la televisión como medio dominante. Tampoco son suficientes los primeros intentos de abrir más espacios de participación, en modalidad 2.0, con apertura y atención a través de las redes sociales. Hay señales y demandas de cambios más estructurales, más profundos para ajustar la multi-direccionalidad de los mensajes y la multiplicidad de los canales a disposición de los nuevos, hiper-activos (y más complejos) ciudadanos-consumidores de hoy.

Así llegamos a esta nueva década que nos enfrenta a un paradigma emergente 3.0 para el cual no estamos preparados, y que altera los equilibrios de una institucionalidad -educacional, comunicacional y política- enraizada en un siglo ya desvancecido.

El cambio es ahora permanente y la movilidad es ahora la nueva estabilidad personal y social. 


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