Las siguientes disquisiciones y afirmaciones surgen a partir de las conversaciones sobre Política y Comunicaciones con el profesor Antonio Leal en su clase Fundamentos de la Comunicación Online, del Magíster en Comunicación Estratégica de la Universidad San Sebastián.
Lo dijo Marshall McLuhan
hace casi medio siglo. Entramos al futuro mirando el pasado. O dicho de otro
modo, nos aferramos a lo conocido para no arriesgarnos frente a la
incertidumbre y los desafíos del cambio y de la transformación permanente. O,
aún más claro, lo conocido nos acomoda; lo desconocido, nos desconcierta.
¿Cómo hacemos,
entonces, para responder a las expectativas del mercado, a las demandas de los
ciudadanos, a las presiones de los consumidores y, last but no least, a las
inquietudes personales y profesionales?
Partamos por reconocer un punto de
inflexión que nos ubica en las coordenadas de la actual revolución cultural y
tecnológica del siglo XXI.
Asumamos, primero,
algunos hechos sociales como referentes de validación empírica.
Vivimos en una
sociedad más globalizada, más conectada y más transparente.
Vivimos en un entorno
donde el recurso tangible y natural, como el agua, se hace escaso y caro, y un
recurso intangible y artificial, como los datos, se torna abundante y
barato.
Vivimos en territorio híbridos que tienen límites geográficos pero que no tienen fronteras de relaciones ni de interacciones.
Así llegamos a
reconocernos como habitantes globales en una nuevo hábitat, descrito hace casi
un siglo, pero que toma forma vivencial recién en la última década: la "Noósfera". Este concepto, que acuñara el físico matemático ruso Vladímir Vernadski, adquiere hoy un sentido
mucho más completo y significativo que la denominación
"ciberespacio", tan difundida en las dos primeras olas de la
revolución digital, a partir de la década del 80 (computación personal) y de la
década del 90, con la world wide web (www).
Si efectivamente estamos presenciando la conformación de una noósfera, con transformaciones locales y globales, que superan los impactos lineales y masivos que
conocíamos y estudiábamos hasta ahora, tenemos que aprender a enfrentar dinámicas interactivas
con efectos transversales e instantáneos.
Esta nueva sociedad
líquida, hiper-conectada y potenciada por la expansión y aceleración del
conocimiento, se manifiesta a través de presiones y cambios en las relaciones de
organización política, en los modos y prácticas de información y de
comunicación. Nos cambia el paradigma del siglo XX.
En educación, ya no
bastan las propuestas ni herramientas 2.0 del llamado e-learning. Cada vez
surgen más plataformas tecnológicas y modelos pedagógicos que permiten
optimizar las metodologías del micro-aprendizaje (m-learning). El boom de la
movilidad con los smartphones y tablets, asociado a la creciente disponibilidad
de acceso permanente a la web, son factores de refuerzo positivo para esta
tendencia.
En comunicaciones, ya
no satisfacen las propuestas ni los servicios estructurados de los
tradicionales medios masivos. La rigidez de la prensa escrita y la uni-direccionalidad
de los medios audiovisuales provocan el abandono de audiencias que, lideradas
por las nuevas generaciones, aspiran a nuevas ofertas de contenidos en formatos
más flexibles, dinámicos y personalizados.
En política, ya no
funcionan los códigos, ni las prácticas, ni los discursos de la sociedad de
masas, caracterizados por la influencia de la televisión como medio dominante.
Tampoco son suficientes los primeros intentos de abrir más espacios de
participación, en modalidad 2.0, con apertura y atención a través de las redes
sociales. Hay señales y demandas de cambios más estructurales, más profundos
para ajustar la multi-direccionalidad de los mensajes y la multiplicidad de los
canales a disposición de los nuevos, hiper-activos (y más complejos)
ciudadanos-consumidores de hoy.
Así llegamos a esta nueva década que nos enfrenta a un paradigma emergente 3.0 para el cual no estamos preparados, y que altera los equilibrios de una institucionalidad -educacional, comunicacional y política- enraizada en un siglo ya desvancecido.
El cambio es ahora permanente y la movilidad es ahora la nueva estabilidad
personal y social.
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